Rafael Cadenas: “Escribir sólo puede ser hoy defender los fueros de la vida, amenazada por el hombre”.

 

Esta conversación que sostuve con el poeta Rafael Cadenas, salió publicada en la revista Clave el 16 de octubre de 1983 con motivo de la publicación de Anotaciones, un lúcido ensayo sobre el lenguaje. Hace cuarenta años, aún no existían las redes sociales  pero el poeta ya tenía conciencia del deterioro de nuestra principal herramienta de comunicación.

De igual modo advierte sobre el international style que con la excusa de la globalización promueve una forma de escritura neutra, aséptica, incolora inodora e insípida. Algunos escritores latinoamericanos caen en esa trampa al considerar las particularidades lingüísticas como un lastre y no como un aporte de la diversidad cultural. Esta reflexión es clave hoy, día del Libro y del Idioma, cuando nuestro querido poeta recibe el merecido premio Cervantes.

En 1983 publica un lúcido ensayo titulado Anotaciones, uno de varios en los que reflexiona sobre la palabra. Pero en estas anotaciones hay exiguo espacio para lo lúdico porque su autor se manifiesta fundamentalmente preocupado por un problema de la modernidad: el deterioro del lenguaje, una angustia que Cadenas no sólo transmite en esos textos, sino desde la cátedra universitaria, en sus talleres de poesía, dondequiera que se encuentre.

Es significativo que este hombre a los 53 años se haga preguntas sobre el oficio poético en esta época de crisis aguda en que nos hallamos al borde del suicidio colectivo y con la contaminante actividad de los medios masivos de difusión generando un exceso de información que fragmenta la conciencia del hombre.

Cadenas bien pudiera seguir escribiendo “artefactos poéticos” sin hacerse una sola pregunta, apelando a la excusa de que “ya es muy tarde para eso”. En cambio opta, de nuevo, por caminar sobre un filo y declararse perplejo y, una vez más, inconforme con esta farsa en que se ha convertido la sociedad moderna y, particularmente, la actividad escritural.

Recordando a George Orwell, autor de 1984, novela que denuncia la manipulación del lenguaje por los totalitarismos, tanto de izquierda como de derecha, Cadenas afirma: “La sociedad moderna hace de la lengua, que es un instrumento de expresión de todo el ser, un artefacto funcional para el intercambio mínimo imprescindible, el que permite la marcha del engranaje. El milagro del lenguaje se reduce a un repertorio de sonidos básicos. Tal vez estemos ya en medio del newspeak”, afirma.

Pero eso no es todo. “¿Quién puede hoy, sin sentir cierto malestar, sentarse a escribir un poema?”, se pregunta. No se refiere a la poesía en sí, que tiene que ver más con la vida que con la escritura. Es contra la tecnificación de la escritura, la transformación en valor de cambio del signo, que Cadenas reacciona.

En relación a esta suerte de banda continua de ensamblaje en que se ha convertido la escritura poética actual dice: “Creo que la poesía, tal como ha llegado a ser hoy, está fuera de mis posibilidades. Por eso me siento realmente como un outsider, un artesano que ama las palabras, casi un hereje con respecto al international style del que habla Michael Hamburger”.

Y también: “Frente a mucha poesía moderna sentimos ganas de decirle al autor: Muy bien. Sabes lo que se debe evitar. No cometes tonterías. Pero, ¿es eso todo? Además, a veces nos gustan las tonterías”. 

Desde su cátedra en la UCV plantea palabras arriesgadas para un poeta: “Hemos buscado plenitud a través de la expresión cuando la plenitud tiene que estar antes y expresarse (o no expresarse) después”. Y anota en su antología Memorial (1977): “La palabra no es el sitio del resplandor, pero insistimos, insistimos, nadie sabe por qué”.

Conociendo a Cadenas, esa insistencia no tiene nada que ver con el éxito poético sino con una búsqueda existencial permanente, una inconformidad con el mundo y con el uso de las palabras.

Sin embargo, Cadenas se aferra a la escritura como tabla de salvación, a pesar de la “quiebra del lenguaje”, a pesar de la “literatura”, a pesar del desengaño y la angustia. “Se acabaron las banderas”, escribe. Es cierto, pero acaso por eso mismo ahora podamos vernos realmente, tal vez hacer algo. Y Cadenas propone un camino: “Escribir sólo puede ser hoy defender los fueros de la vida, amenazada por el hombre”.

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