Milagros Mata Gil, novelista de la decadencia: “Soy altamente autocrítica”

 

El reciente fallecimiento de esta escritora y periodista venezolana, exponente entre otras cosas de la "novela del petróleo", me motiva a desempolvar, a modo de homenaje, esta entrevista que le hiciera hace muchos años, con motivo de haber ganado el premio "Miguel Otero Silva". Larga vida a la infatigable creadora y defensora de la libertad.

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Una gran ovación se escuchó en la sala de Conciertos del Ateneo de Caracas cuando los asistentes a la entrega del primer premio bienal de novela Miguel Otero Silva, auspiciado por la editorial Planeta, escucharon el nombre de la ganadora: Milagros Mata Gil. 

Y no era para menos: esta decisión viene a consolidar el trabajo de una narradora de la nueva generación que desmiente con su trabajo, al igual que cada uno de los escritores participantes en el premio, la falacia de que Venezuela no es país de novelistas.

Con Memorias de una antigua primavera, Milagros Mata Gil se convierte así en la punta de lanza de un ambicioso proyecto editorial que tiene como objetivo internacionalizar a los más talentosos de nuestros jóvenes escritores.

Milagros nació en Caracas pero fue en Ciudad Bolívar, colaborando en el diario El Bolivarense, donde tuvo sus primeros tratos con la palabra escrita. Posteriormente continuó su labor periodística cultural en el diario Antorcha, de El Tigre, coordinando sus páginas literarias.

La carrera ascendente de Mata Gil comienza en 1986, cuando obtuvo el premio Casa de la Cultura de Maracay, con el libro Estación y otros relatos, publicado luego por ese centro cultural. 

Al año siguiente, gana el premio Fundarte de Narrativa con su novela La casa en llamas, que apareció publicada en junio de 1989, coincidiendo con el lanzamiento de su novela premiada por editorial Planeta.

En la estela de Díaz Sánchez

Durante un descanso del Congreso de Escritores, celebrado en la Casa de Bello, Milagros accede a conversar sobre Memorias de una antigua primavera, libro que, según los entendidos, se inscribe con gran fuerza en la vigorosa tradición novelística basada en la historia de la explotación petrolera en Venezuela, con representantes tan ilustres como Ramón Díaz Sánchez, autor de Mene (1936), Rómulo Gallegos, autor de  Sobre la misma Tierra (1943) y Miguel Otero Silva, autor de Oficina N°1 (1961).

Cuenta Milagros que su obra se basa en la historia de un pueblo petrolero venezolano “como todos porque todos son iguales y tienen las mismas anécdotas”, que pasa del esplendor inicial por la fiebre que produce la exploración del “oro negro”, a la decadencia manifiesta  con toda su intensidad en la celebración del cincuenta aniversario del pueblo, en la que confluyen variopintos personajes, desde los fundadores del pueblo hasta los políticos que llegan de la capital con sus discursos a cuestas, siempre los mismos.

Para escribir esta novela, Milagros debió documentarse con precisión sobre una serie de aspectos de la época en que reventó la explotación petrolera en Venezuela de forma industrial, es decir hacia finales de los años 20 del siglo pasado. Y recordar que la primera huelga petrolera fue en 1936, en plena dictadura del caudillo tachirense Juan Vicente Gómez.

–Entre los descubrimientos de esta investigación está el importante papel que cumplieron los prostíbulos en el proceso de organización de los obreros petroleros, puesto que la sindicalización era combatida por las empresas trasnacionales, donde mantenían espías en todos los ambientes del campo petrolero, menos en los burdeles, los únicos sitios donde los obreros podían reunirse sin temar a represalias.

–A la gente –dice Milagros– le llamó la atención el tema por estar muy vinculado a nuestra realidad histórica y a la vez, ser universal. Pero este no es para mí el principal aporte, sino solo una excusa. Yo quise hacer una variación sinfónica, en el mejor estilo beethoveniano. Cada personaje debía tener su propia voz y me causaba mucha angustia  saber si se sentiría la polifonía coral.

Milagros, que reescribió la novela hasta cinco veces, no está segura si el exceso de trabajo literario de corrección, pudiera haber hecho de Memorias de una antigua primavera un texto frío, al contrario de La casa en llamas que –según ella– es mucho más espontáneo. “Soy altamente autocrítica”, admite.

Mata, el caracol

Después de su éxito con el premio Fundarte, Milagros y su esposo, el poeta bolivarense Néstor Rojas viajaron a Centroamérica y a México, donde permanecieron casi dos años. Allí, la escritora participó en el afamado premio Diana al que, por ser un certamen internacional, concurrieron casi doscientas novelas. 

El concurso lo ganó el destacado escritor mexicano Homero Aridjis pero cuando Milagros fue a la editorial a retirar su manuscrito, se llevó una grata sorpresa pues le dijeron que había sido distinguida como la primera finalista y que Diana estaba muy  interesada en publicar su libro.

Sin embargo, decidió volver con su novela a Venezuela y participar en el premio Planeta que, como referencia, la primera vez que fue realizado en Colombia, lo ganó Plinio Apuleyo Mendoza con su novela Los años de la ira, lo que le valió a este escritor bogotano, amigo de García Márquez, su lanzamiento internacional.

Actualmente Milagros vive en El Tigre, recién mudada desde las afueras al centro. Si algo impresiona de esta escritora es la modestia y sencillez conque asume su condición creadora.

En la ciudad mantienen, junto con su esposo, un taller literario, “sesiones de lectura”, como prefiere llamarlo, que se reúne todos los martes en el Complejo Cultural Simón Rodríguez, de El Tigre. Asimismo se mantiene vinculada al diario Antorcha como colaboradora.

Sin embargo su actividad creadora no se detiene: acaba de concluir otra novela, Mata, el Caracol y un volumen de relatos: El libro de Santa María del Mar. En la primera sigue tratando el tema de la decadencia, pero esta vez en el seno de una familia atormentada por la memoria.

Milagros Mata Gil, una de las voces más firmes en la renovación de la narrativa venezolana, demuestra con su trabajo que en Venezuela sí se puede hacer novelística de gran calidad y con proyección internacional.

Entrevista publicada en la revista EDELCA (Electrificación del Caroní), julio-agosto 1989, pp. 16-17.


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